Día Internacional de la Mujer Rural: historias de mujeres rurales de la zona

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CORFO Río Colorado saluda a las mujeres rurales en su día, pilares fundamentales en el desarrollo de la zona de riego del Valle Bonaerense.

Desde el año 2007, Naciones Unidas (ONU) conmemora el 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales en reconocimiento de la función y contribución decisivas de la mujer rural en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria, la crianza de la familia y la erradicación de la pobreza rural.

A nivel mundial, una de cada tres mujeres empleadas trabaja en la agricultura. Según los datos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), esas mujeres rurales sufren mayores desigualdades: tienden a ser las más perjudicadas por la situación de pobreza, ya que gran parte trabaja en el sector informal; percibe remuneraciones inferiores a las del hombre por las mismas tareas; y tienen mayores dificultades en el acceso a la tierra, a los créditos y a las capacitaciones, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco acceden de modo equitativo a la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento.

En Argentina, el 50% de la población rural está representado por mujeres, pero según datos del Censo Nacional Agropecuario realizado en 2018, de las explotaciones agropecuarias con tipo jurídico de personas humanas sólo el 20% son mujeres, un dato que refleja una desigualdad de género estructural en el acceso a la tierra en nuestro país.

En la zona de riego del Valle Bonaerense del Río Colorado las mujeres, jóvenes y adultas, habitan el campo, se encargan de la cría de ganado, ponen al servicio sus conocimientos, saben de amaneceres, heladas y canales. Desde sus diferentes territorios, nos cuentan los significados de ser una mujer rural, sus puntos en común, sus diferentes realidades y sus deseos.

 

Fulvia Beltrame

Fulvia tiene 49 años y vive en Mayor Buratovich. Se crió en un campo de Entre Ríos, donde sus padres trabajan la cría de ganado y a los 18 años se fue a estudiar a La Plata donde se convirtió en veterinaria. Ahí conoció a su compañero de vida, y juntos comenzaron a trabajar en tambos de la zona, para luego migrar al oeste de Buenos Aires. “Siempre me gustaron las vacas y los caballos, el ambiente rural. De hecho, en los primeros trabajos que tuve viví en el campo y me encantaba. Y hoy de hecho, mis hijas van a una escuela rural porque creo que es una educación más personalizada y de contacto directo con la naturaleza”.

Llegó a la zona del Valle Bonaerense con su familia hace 10 años para no irse más: “cuando conocimos la zona, nos encantó sobre todo por el potencial de productividad de pastura y forrajes, que siempre que trabajamos en tambo nos gustaron los sistemas pastoriles donde la vaca consume de manera directa, y acá se podía hacer”, relata.

Hoy en día es socia gerente del tambo que fundó junto a esposo y un socio. Allí trabajan 900 vacas en ordeñe y todas las mañanas, después de dejar a sus hijas en la escuela, se va para el tambo donde se encarga de la prevención de las enfermedades, la alimentación, las recorridas para las pasturas, confección de reservas y monitoreo de salud animal.

“Las mujeres últimamente hemos ganado mucho terreno en lo que es el ámbito rural. Específicamente en lo que es tambo se han involucrado mucho más”, reflexiona y continúa: “creo que el trabajo de la mujer ahí es muy valioso, porque aporta más prolijidad y empatía, se complementa muy bien con el trabajo de mayor fuerza que por ahí puede hacer el hombre. Me gustaría que por ahí en otras áreas también se pudiera llevar adelante esto porque sé que por ahí en campos de cría o de invernada no hay tanta incorporación de mujeres”.

En cuanto a los desafíos de las mujeres en el ámbito rural, Fulvia remarca que no tener los mismos servicios que se tienen en el pueblo dificulta poder encargarse del trabajo y de la crianza de los hijos. “Creo que en los lugares donde tengan la posibilidad de, por ejemplo, una buena movilidad, un buen acceso a internet, que sus hijos puedan tener actividades, las mujeres se van a desarrollar más. Porque la mujer además de trabajar en el campo, se encarga de la familia y tiene que respaldar a los hijos en las tareas que tengan. Entonces en la medida que a las mujeres se le brinden las herramientas y facilidades para poder desarrollar las dos cosas va a estar mucho más presente en el mundo rural. Creo que por ahí no lo hacen (trabajar en el campo) porque hay como un prejuicio y una mirada de la mujer en la casa con los hijos, entonces creo que hay que saber darles el lugar porque el trabajo de la mujer en el campo suma mucho”. Y concluye: “Se que hay trabajos físicos que por ahí una mujer no los puede hacer, pero sí creo que puede complementarse muy bien con otro tipo de trabajos. Y para eso se necesita que se nos allane un poco el camino en lo que tiene que ver con tareas del hogar que seguimos haciendo, para poder trabajar y llevar adelante la crianza de los hijos. Que se nos pueda permitir eso, que los empresarios y lo estatal nos acompañen y faciliten las herramientas para que las mujeres podamos desarrollarnos más en el ámbito rural”.

 

Josefina Marinissen

Josefina es Ingeniera Agrónoma recibida en la Universidad Nacional del Sur. Dentro de toda su formación, tiene un Magister en Nutrición de Rumiantes y se dedica a la nutrición y manejo de rodeos, así como a la eficiencia de uso de los alimentos. Aunque la realidad, cuenta, es que “adentro de los campos una hace mucho más porque se mete dentro de un sistema productivo”.

Desde el año 2001 al 2019 trabajó en el INTA, ahí realizó trabajos de investigación y extensión. “La verdad es que fue una muy linda experiencia, aprendí mucho y me vinculé con el sector y conocí toda la región y el trabajo que se realiza”, relata.

Cuando dejó la investigación estatal, comenzó a dedicarse al asesoramiento en ganadería y actualmente también realiza producción propia junto a su socio. Siempre se interesó por el vínculo con el productor en el campo, la capacitación y difusión, y sobre todo poder llevar las tecnologías al campo: “Siempre me interesó poder acercar la tecnología para disminuir la brecha entre lo tecnológico y lo productivo real en el sistema, en el campo. Y eso tiene que ver con nosotros mismos (los profesionales) acerándonos y trabajando con el productor. Hoy en día con toda la disponibilidad que hay es muy importante generar la adopción de esa tecnología, y eso creo que, por mi experiencia, depende de nosotros, del profesional en vínculo con el productor”.

Los desafíos que siente que enfrenta hoy, son poder hacerle llegar esta información al productor, que vea los cambios tecnológicos y los experimente dentro de su sistema, y cuenta que “hoy hay mucho, y relacionado con la ganadería, más. Pero está claro que la ganadería tiene que ver mucho con los procesos. El trabajo día a día con los animales, las pasturas, el pastoreo, con lo rotativo, la suplementación. Parte del desafío de los profesionales que estamos en el sector privado es tratar de acompañarlos en estos procesos que tienen que ver con el trabajo.”

“Yo añoro ver que la ganadería, el pasto, todo, se entiendan como procesos biológicos que tienen tiempos que hay que respetarlos. Por eso quiero tratar de hacerles ver a los productores que la biología va de la mano de la productividad, y la productividad de la mano de la eficiencia”, cuenta y reflexiona: “Creo que esta región se merece eso. Es una región con un potencial productivo excelente y se merece que entendamos que las cosas tienen que hacerse en tiempo y forma para poder respetar lo que la región nos ofrece que es la bondad de poder obtener un cultivo, una pastura de alta eficiencia”.

Por último, relata que los campos por donde transita, en la región del Valle Bonaerense y en otros lugares, no ve mujeres trabajando en ganadería ni en los campos en general. “No sé por qué no hay, porque realmente creo que no tiene que ver con el género. La mujer tiene las mismas aptitudes y habilidades, para trabajar en la ganadería y el campo en general. Pero la realidad es que no la hay”, explica y reflexiona: “La mujer quizás, en lo que es el ambiente rural, sigue más vinculada a el cuidado de los hijos y el cuidado de la casa, y por supuesto ayuda al hombre, pero en la actividad rural en general no se ve aún tanto a la mujer. Es más protagonista el hombre, de hecho, yo trabajo todo el tiempo con hombres llevando adelante una actividad rural. Me encantaría poder trabajar con mujeres que se hacen cargo de los campos, pero aún no he tenido la posibilidad” concluye.

 

Marianela Morán

Marianela vive en Juan A Pradere. Hace 3 años que comenzó a trabajar por la tierra en la rama rural del Movimiento de Trabajadores Excluidos(MTE) rural Sur Cebollero y hoy de desarrolla dentro de la organización con un número aproximado de 150 personas, en su mayoría pequeños productores. Desde allí nuclea a cooperativas, organizaciones y asociaciones de campesinos/as, pequeños/as productores/as y comunidades originarias y se organizan para mejorar la calidad de vida y de trabajo de quienes producen. “Siempre me interesó ayudar al otro y cuando me propusieron estar en la organización no lo dude. Hoy estoy acá luchando al resto de mis compañeros por un trabajo digno en el ámbito rural y los derechos que todos y todas debemos tener”, cuenta.

“Trabajamos con la ruralidad, proyectando siempre para el beneficio del pequeño productor. Nuestro objetivo, el eje que nos moviliza y nos ordena es ‘tierra, techo y trabajo’”, relata Marianela y los describe como los pilares fundamentales de vida de cada trabajador y trabajadora con los que tiene contacto en el día a día.

Respecto a la mujer en la ruralidad, dice: “mi deseo como mujer es la igualdad, que desde el espacio de cada una podamos ser valoradas. Y además las mujeres rurales ya no tienen el papel secundario, hoy son ellas las protagonistas de que la producción. Las mujeres se encargan de cuidan sus tierras, además son las que se interesan por implementar la agroecológia y así obtienen una cosecha hermosa”, y agrega: “A mucho aún les cuesta ver ese laburo y no las valoran, entonces pido empatía e igualdad”.

Los desafíos que siente que enfrentan son colectivos: “el desafío es laburar y todo lo que implica, poder generar los espacios, las herramientas y los recursos. En definitiva, ponerse la camiseta y trabajar a la par de todos y todas”.

 

 

 

 

 

DATOS A NIVEL MUNDIAL Y NACIONAL

Los datos de la FAO remarcan lo urgente de generar estrategias a partir de las cuales las mujeres rurales puedan contar con un mayor acceso a recursos productivos, capacitación, seguridad social y mayor poder de decisión en la vida de sus comunidades para que estas brechas de género se reduzcan y desaparezcan.

  • En los países en desarrollo, las mujeres representan el 45% de la mano de obra agrícola en tanto que en América Latina ese número ronda el 20%.
  • Las mujeres suelen trabajar entre 12-13 horas más que los hombres por semana.
  • Menos del 20% de los propietarios de tierras en el mundo son mujeres.
  • En la región el 39% de las mujeres rurales mayores de 15 años no tiene ingresos propios, versus el 12,7% de los hombres.
  • Las mujeres reinvierten hasta el 90% de sus ganancias en sus hogares, dinero que se destina a nutrición, alimentos, atención médica, escuela y actividades generadoras de ingresos.
  • En Argentina el 50% de las personas que trabajan en el ámbito rural son mujeres, y menos del 20% de las propiedades de tierra tienen como propietarias a mujeres.
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